La Basílica de San Francisco,
después de las barricadas de noviembre de 1979, volvió a detenerse en el tiempo
y por más que tú me permitas sepultar a los muertos
Los fieles, por última vez,
siempre por última vez, pulverizan el sueño de los dictadores y la muerte de
aquellas buenas personas nos recuerda las palabras de Murillo
Pedro Domingo Murillo puesto a
dormir en una celda común
Con mi mano en tu hombro, me
siento como el niño que inicia un largo viaje
Hermano de carne y hueso,
colgado de un madero, tu verdugo aún reina en la tierra
Con una soga en la cintura
corro desde La Recoleta, paso por la Alonso de Mendoza y pregunto en los
quioscos por el caudillo de la cabellera al viento, por su montura y los potros
de sus compañeros de combate, por las lanzas rotas y los caballos azotados en
la plaza de Peñas
Ninguna de estas personas cree
en mí
Muy bien, lo haré a mi modo,
alejado de la tradición de los escritores de antaño
Cómodo y adormecido, vehemente
e incomprendido paceño
¿Nadie más que tú ha nacido
para invitarme a tomar las calles y los caminos de quienes nos oprimen?
Una tumba sin inscripciones se
alza al pie de mi árbol predilecto
Encima de ella no hay lápidas
ni cruces
El más célebre de los nombres
viene a mí de pronto con la fuerza de los siglos ya pasados
Túpac, de Túpac Yupanqui, inca
del antiguo Perú
Túpac, de Túpac Amaru Primero,
inca que se sublevó contra la autoridad colonial y fue ajusticiado por orden
del virrey Toledo en 1572
Túpac, de Túpac Amaru Segundo,
cacique peruano descendiente de los incas que se sublevó contra los españoles
en 1780
Y el tuyo, Túpac Catari,
caudillo aymara del siglo XVIII, que te sublevaste contra la dominación
española y te proclamaste Virrey del Perú…
He decidido viajar a Peñas, el
altar donde tu sacrificio fue consumado
Pedro, tú eras un joven
miliciano de las tropas leales al Rey
Se me ocurre pensar en tus
pasquines subversivos de años después
En tu frente sudorosa y el
jadeo de tu caballo tras la desbandada en Chacaltaya
En la espontaneidad verbal de
Goyeneche y el contenido del bando leído aquel 29 de enero de 1810
Hermano de carne y hueso,
colgado de un madero, tu verdugo aún reina en la tierra
¡Es verdad!
No estoy obsesionado con la
Bolivia de los diez centavos o la Bolivia del New York Times o la del informe
del Programa de Naciones Unidas para la Pobreza
Ni me quitan el sueño la
figura de Hilarión Daza ni las controversias en la lengua de los columnistas de
La Razón o La Prensa ni las tropas venezolanas de Sucre ni los agentes de
contrainteligencia estadounidenses
Ni las herejías de los obispos
ni los sacerdotes con programa de televisión ni el desplome de las fortunas en
Wall Street
Hermano de carne y hueso, a
veces no puedo dormir porque nuestros verdugos siguen como si nada en la tierra
14 de noviembre de 2008
--------------------------------------------------------------
Publicado en Los
días de la semana y nuestro pan de cada día, diciembre de 2009
Foto: Raphael Ramírez
Foto: Raphael Ramírez
No hay comentarios:
Publicar un comentario