el mundo
ya no es visible por tu cuerpo,
es transparente por tu
transparencia
Octavio Paz, Piedra de sol
Una laguna al norte de mi casa
Sin el cisne en que yo he imaginado
Las puertas y las ventanas de cortinas
Abiertas a un sol que no quema
A un viento que no silba la canción
Del mausoleo en donde mis pasos
Dejan a las montañas a oscuras
Según la inventora de fábulas
Tú bostezabas porque nada ocurría
Según el latido de mi corazón
Tú caminabas hacia el fin de semana
Con las piernas cortas de una paloma
Y en ese transcurso eras sola mi vida
Atardecer jamás terminado en noche
Al igual que tú (angelita en la tierra)
La ciudad rebrota en medio de estatuas
Vestida de fiesta y no es veinte de octubre
Las cabezas del rastro y la banda del abasto
Danzan danzan en círculos para ahuyentar
A los fantasmas hechos máscaras en mí
Yo que no he podido hacerme translúcido
Ni cristal de roca ni mucho menos la gota
De una vertiente potable o el agua que de mis
poros
Ya no sale a mojar las calles y los jardines
En donde las manos cultivan las rosas y
margaritas
Ramos de luna de miel sobre dos colinas
Despiertas una sonrisa hundida en la banca de
pino
Con una mirada que aguarda en el camino
El humo del fuego apagado la tierra sin
explorar
Dos niños correteándose en la calle una madre
Llevando en sus hombros el contemporáneo
vuelo
De los espíritus envueltos en graderías
circulares
Por donde yo asciendo a tu encuentro angelita
Junto al jarrón de la pared y su marco de
pirita
La manta de vicuña y las postales
garabateadas
De una ciudad que tú ya no conservas en
formol
Eslabón partido en dos oración dicha al pilar
Laguna al norte de mi casa horas y horas
Fotografiadas de beso en beso dos colitas de
caballo
Debajo de un tejado reconstruyen la palabra
Y de ambas bocas abiertas nace un infinito
Una de tantas prolongaciones pintadas a mano:
Chorros de magia colocados en un maletín
Abrochado por siete personas dispuestas
A subir a la montaña la más alta de los Andes
Para quedarse a contemplar la cordillera
Con su pensamiento como única compañía
Sepultados en la raíz de sus corazones
Atardecer jamás terminado en noche
Rezumar el sudor morder la satisfacción de
oler a pan
Salir a comprar a la tienda el sudario de
leche
Invitar a la perfección a desayunar en casa
Trabajar en la restauración de la mesa la
silla el hogar
Y doblar la esquina del brazo de la alegría
Amigado del sol que nunca está de moda
Del viento que no silba la canción del
mausoleo y leer
En tus mejillas que no hay destino posible
Ni manera alguna de volver al punto de
partida
Adivinar por el vuelo de las aves abrir el
paraguas
Hablar con las cosas ideales como si hablara
contigo
Con él o conmigo mismo cuando empieza la
llovizna
Vuelven a mí los trescientos sesenta y cinco
días de golpe
Cae la nieve sobre las vecindades tomar las
manos de nadie
Cuándo mis pésames han sido besos
Cuándo mis extravíos amigos de tus desvelos
Cuándo la manzana daga atravesada en la
garganta
Cuándo mi chaleco coraza de una armadura
Cuándo tus palabras nidos de mis entrañas…
nunca
¡Nunca! correr ha sido musitar al oído
¡nunca!
Respirar ha sido morir morir morir ¡engañar!
Eso ha sido engañar a la aurora
Con las letras de tu nombre
Desandar kilómetros en segundos
Estrellar a los deseos
Retroceder cientos de años
Igualar el camposanto
Luego de enterrar mis sueños
Olvidarme de que existo
De que estoy y soy de hueso
Sin saber qué día es hoy
Abierto a un sol que no quema
A un viento que no silba la canción
Del mausoleo en donde tus pasos
Restan a las montañas sus noches
Octubre 2000
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Publicado en Complacencias, septiembre de 2002
Foto: RR
Mirado de Killi Killi (La Paz, Bolivia)
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