Recordar
es olvidar el latido del corazón
Dormir
es guardarse del paso de los siglos
Yacer
en cada pétalo una a una en cada flor
Detener
el transcurso del viento
Apagar
las posibilidades de circulación de la sangre y ser
Picaflor
de ocultas intenciones
De
trama sencilla de habla comprensible
En
la posibilidad que nunca ha sido y nunca más será
Aspirar
no es vivir
Dejarse
caer para alcanzar el tablero de baloncesto tampoco
Detenerse
detenerse
Es
la única certidumbre que le queda al ejército de helechos
Antes
de arrasar los cementerios ejecutar la muerte
Y
dictar códigos de fuente y albergue
A
la entrada de árboles encantados
(Bibliotecas
frondosas de títulos en cuero y tinta negra)
Junto
a la rosa de rosas peligrosas sobre la crema y la nata
Sobre
unos pies yacientes
En
unos labios abiertos a la plenitud de los goces humanos
En
una luna confiada en estas palabras
Y
sobre el empedrado que juega
A seguir los pasos de la muchedumbre dispersa
A seguir los pasos de la muchedumbre dispersa
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Publicado en Complacencias, septiembre de 2002, La Paz, Bolivia
Foto: Raphael Ramírez
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