domingo, 8 de enero de 2017

Dieciocho y cinco de un día de agosto

Aspirar no es vivir
Recordar es olvidar el latido del corazón
Dormir es guardarse del paso de los siglos
Yacer en cada pétalo una a una en cada flor
Detener el transcurso del viento
Apagar las posibilidades de circulación de la sangre y ser
Picaflor de ocultas intenciones
De trama sencilla de habla comprensible
En la posibilidad que nunca ha sido y nunca más será

Aspirar no es vivir
Dejarse caer para alcanzar el tablero de baloncesto tampoco

Detenerse detenerse
Es la única certidumbre que le queda al ejército de helechos
Antes de arrasar los cementerios ejecutar la muerte
Y dictar códigos de fuente y albergue
A la entrada de árboles encantados
(Bibliotecas frondosas de títulos en cuero y tinta negra)
Junto a la rosa de rosas peligrosas sobre la crema y la nata
Sobre unos pies yacientes
En unos labios abiertos a la plenitud de los goces humanos
En una luna confiada en estas palabras
Y sobre el empedrado que juega
A seguir los pasos de la muchedumbre dispersa

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Publicado en Complacencias, septiembre de 2002, La Paz, Bolivia 
Foto: Raphael Ramírez 

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