De vez en cuando me arden los dedos
Y la sombra pasa de muchas historias al sueño
Para que la ciudad de cualquier planeta
Desaparezca de los mapas y del tiempo
A medio camino del diluvio y a nueve segundos
del iris
Levantado a los claros y a los oscuros de un
Mediodía
Puedo acordarme de un vencedor y de un vencido
Seguido de una muchedumbre que quisiera
ignorar el peligro
No vivo en la muralla de una fortaleza de
Oriente
Ni construyo las comunidades de una nueva
metrópoli
Olvidado en el centro de una ciruela
Me desvinculo de las formas primarias
Con inútiles picoteos me yergo en la unidad
del verso
Sostenido por la insignificancia y la maldad
de mi remolino
Atardece en el agua que no oscurece su cielo
Día reaparecido en el pésame de mi entierro
Pieza de pan ofrecida a los infinitos demonios
Lectura despreciada en una mesa de Doce
Paciente mi colibrí deshoja el hexágono
Y exhibe su desfiguración a la mujer y al
varón
Hay un dolor análogo a la Pascua y la Navidad
Ni una galería de lunas ni una afirmación en mi
rostro
Pueden alejar a las moscas de mi nicho
Una llamarada va de tiempo en tiempo
A recordar la música de mis ojos
En la esquina compartida con la tranquilidad
de la tarde
A medio camino del diluvio y a nueve segundos
del iris
Invitado a jugar con la resurrección de la
gente imposible
En esta misma pared inclinada de pronto al
vinagre
Y a las otras cosas que me hacen maldecir al
cristiano
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Lo que digo es una muestra de la tierra
prometida
Antes de la imaginación de los más antiguos
altares
¡Amigos... aquí mi esquela! ¡Abrácenme con
efusión!
18 de octubre de 2002
Publicado en Efusiones,
diciembre de 2007
Dibujo: Raphael Ramírez
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