Está
entre nosotros y desear un poeta de otras características nos impondría la
misión de atravesar los siglos para encontrar un Ángel abandonado que,
indiferente al amor, juega con las pasiones de los mortales porque un día su
mano fue quemada por una lágrima del sol. Semejante dolor mantiene abierta en
su corazón una herida de niño maldecido y no escucha más que su propia angustia
y lanza, para calmar la tristeza, todas sus fuerzas al servicio de los
incontables sentimientos que llevan al espíritu del débil por el camino del
rencor a sí mismo. Yo he caminado en esa dirección. Y aquí no hay un
malentendido ni mucho menos.
Amanece
en el Mundo, el Poeta no duda de su estirpe y se regocija tan pronto la luz del
sol besa sus mejillas y se aleja de las miradas como movido por un susurro
incoherente que no consiguen escuchar las personas de bien. Es igualito a ti.
Si lo veo con amor, de todos modos es tú. O dicho de mejor manera, el Poeta
eres tú. Y yo, el tiempo que dedicas a leer estos versos tantas veces repetidos
por el viento y sus hijos más necesitados de olvidar la soledad y el silencio
(fórmula con mucha sensibilidad democrática, enunciada ya por los
filósofos contemporáneos).
Vivo
en la tranquilidad que otorga el bien-estar y hoy no me pregunto ¿qué hacer?,
¿cómo hacer?, ¿para qué hacer? Mi panorama es claro, pese a que los sueños
dejan imágenes confusas. Mi conducta como habitante de estas tierras no
compromete la inmortalidad del espíritu y si en las siguientes horas contemplo
la verdad, se habrá compadecido de mí el ser más benevolente del Universo. Pero
eso me importará muy poco, pues yo he conquistado mi derecho a negarme a
reproducir la estupidez y comenzaré una travesía y me atreveré a cruzar los
túneles secretos que me llevarán a desentrañar la composición del mal para
encontrar su cura.
Por
ahora, sólo por ahora, me inspiro para glorificar tu presencia, boliviano,
dondequiera que estés, con el corazón arrancado del pecho. Para ello, leyendas
no me faltan (la cruz verde de la calle Jaén; Tito Yupanqui y la Virgen
de Copacabana, etcétera, etcétera), mitología hay de sobra (Illampu e
Illimani, en titánico combate en el confín de los días, etcétera, etcétera);
heroísmo, sacrificio, creatividad nacen a cada minuto en Bolivia y se
superponen a los paradigmas de occidente con la complicidad de un mestizaje
que, me complazco en decirlo, apaga mi sed y corre por mis venas con goce y
vigor.
Si
a ti, testigo de mi confesión, todavía te tienta la idea de preguntarme por qué
escribo en español, te repito que me declaro mestizo, a pesar de que Gabriel
René Moreno y Alcides Arguedas me describan con todos los vicios habidos y por
haber. Éste es mi Tiempo y me place hacerlo así: como el Inca Garcilaso de la
Vega, a quien Dios tenga en su gloria. La Paz, 18 de julio de 2009.
Raphael Ramírez Flores
Publicado en el poemario Los días de la semana y nuestro pan de cada
día, 2009
Foto: Raphael Ramírez
Foto: Raphael Ramírez
Illimani en do menor