Como un imbécil escuché las promesas de los
políticos
Era joven aún y me persignaba con orgullo
frente al incrédulo
Y la gente me decía: “cuando seas grande
serás una buena persona
Un ciudadano modelo un hijo de bien para
alegría de tus padres”
Lamento haber cosido mis pantalones raídos de
haberlos lavado
Lamento no haber calzado a diario mis zapatos
viejos más seguido
Dejo de lamentarme y ya no me lamento de mis
salvajes miradas
Ni de mi huraño sentido de la vida mas
concedo a dios el extraño
Don de venir a mi mesa extraño porque escribo
como me afeito
Y sin embargo dejo de pensar en la muerte de
Casimiro Olañeta
En sus conspiraciones y panfletos en sus
discursos patrióticos
En las palabras que dijo desde las tribunas
congresales a quienes
Cierran los ojos para no ver una luz agónica
un eclipse de luna
Una seguidilla de revoluciones en los moteles
bares y fiestas
Sueño con tocar el timbre de tu casa y entrar
en tu cuerpo
En el atardecer perpetuo de La Paz romper los
cristales
De tus ventanas como un ángel de alas
desplegadas a lo largo
Y ancho de tu cama sobre tus labios que
reclaman libertad una
Libertad de mediodía en el jardín de la UMSA
una libertad
De iglesia venida a menos de capilla en
construcción y de piernas
Sumergidas en aguas termales de lágrima salida
de tu ojo eterno
De grito de gasolinera en llamas de solo de
guitarra eléctrica
De margarita voladora y de ciudad inquieta y
de ciudad a cuestas
Y de ciudad levantada de noche y de ciudad
poseída por el polvo
Y de polvo dibujado con puño de niño y niña
de ambos bajo
Un paraguas que pueda cubrirnos a todos por
siempre dentro
De mi cabeza caben también las imágenes de
lejanas cárceles
Pablo sal de tu celda y ven conmigo a caminar
por la orilla
Dime cómo es la luz que te cegó allá cerca de
Damasco y cómo
Es la voz que te habló de mí y de mi
necesidad de RESUCITAR
Junto a ti por estas calles frías de
primavera en el Alto Perú
Sólo me atrevo a decir tu nombre en la
soledad de mi cuarto
En mi pensamiento ni misterios ni tormentas y
las crónicas y
Cómo no decir que amo mis poemas por encima
de mi tristeza
Bienamada acércate a mí también tú eres mi
infancia verdadera
Época de palabras bonitas tiempo sin castigo
ni pena ni gloria
Bienamada aquello que nos unió fue incomprensible
LO SÉ
Y sin embargo dejo de pensar en la muerte de
Casimiro Olañeta
A su alrededor por un extremo y por otro los
fantasmas tiritan
A lo lejos caminan Pablo y Bernabé pues en el
fondo de la calle
Los jóvenes viajeros devuelven la VIDA a mis
sueños de juventud
Y una vez más AQUÍ yo cedo a la tentación de
entrar en tu cuerpo
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Publicado en El Tour Comilón,
diciembre de 2008, La Paz, Bolivia
Foto: Raphael Ramírez
Foto: Raphael Ramírez
Desde la Pérez Velasco, La Paz, Bolivia (rr) |
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