sábado, 10 de diciembre de 2016

Casimiro Olañeta

Como un imbécil escuché las promesas de los políticos
Era joven aún y me persignaba con orgullo frente al incrédulo
Y la gente me decía: “cuando seas grande serás una buena persona
Un ciudadano modelo un hijo de bien para alegría de tus padres”
Lamento haber cosido mis pantalones raídos de haberlos lavado
Lamento no haber calzado a diario mis zapatos viejos más seguido
Dejo de lamentarme y ya no me lamento de mis salvajes miradas
Ni de mi huraño sentido de la vida mas concedo a dios el extraño
Don de venir a mi mesa extraño porque escribo como me afeito
Y sin embargo dejo de pensar en la muerte de Casimiro Olañeta
En sus conspiraciones y panfletos en sus discursos patrióticos
En las palabras que dijo desde las tribunas congresales a quienes
Cierran los ojos para no ver una luz agónica un eclipse de luna
Una seguidilla de revoluciones en los moteles bares y fiestas
Sueño con tocar el timbre de tu casa y entrar en tu cuerpo
En el atardecer perpetuo de La Paz romper los cristales
De tus ventanas como un ángel de alas desplegadas a lo largo
Y ancho de tu cama sobre tus labios que reclaman libertad una
Libertad de mediodía en el jardín de la UMSA una libertad
De iglesia venida a menos de capilla en construcción y de piernas
Sumergidas en aguas termales de lágrima salida de tu ojo eterno
De grito de gasolinera en llamas de solo de guitarra eléctrica
De margarita voladora y de ciudad inquieta y de ciudad a cuestas
Y de ciudad levantada de noche y de ciudad poseída por el polvo
Y de polvo dibujado con puño de niño y niña de ambos bajo
Un paraguas que pueda cubrirnos a todos por siempre dentro
De mi cabeza caben también las imágenes de lejanas cárceles
Pablo sal de tu celda y ven conmigo a caminar por la orilla
Dime cómo es la luz que te cegó allá cerca de Damasco y cómo
Es la voz que te habló de mí y de mi necesidad de RESUCITAR
Junto a ti por estas calles frías de primavera en el Alto Perú
Sólo me atrevo a decir tu nombre en la soledad de mi cuarto
En mi pensamiento ni misterios ni tormentas y las crónicas y
Cómo no decir que amo mis poemas por encima de mi tristeza
Bienamada acércate a mí también tú eres mi infancia verdadera
Época de palabras bonitas tiempo sin castigo ni pena ni gloria
Bienamada aquello que nos unió fue incomprensible LO SÉ
Y sin embargo dejo de pensar en la muerte de Casimiro Olañeta
A su alrededor por un extremo y por otro los fantasmas tiritan
A lo lejos caminan Pablo y Bernabé pues en el fondo de la calle
Los jóvenes viajeros devuelven la VIDA a mis sueños de juventud
Y una vez más AQUÍ yo cedo a la tentación de entrar en tu cuerpo

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Publicado en El Tour Comilón, diciembre de 2008, La Paz, Bolivia
Foto: Raphael Ramírez 
Desde la Pérez Velasco, La Paz, Bolivia (rr)

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